EL CANCER DE LA DICTADURA

Por Paolo Rossi

Hoy me siento en este escritorio, con un poco de que se yo, con un poco de no sé qué… con un poco descontento… ese descontento vivo, que no muere, que no tiene ni perdón, ni olvido. ¿Por qué? Porque podrías haber sido tú, podría haber sido yo, podría haber sido tu padre, tu madre, tu hermano, tu hermana, tu hijo o tu hija, o simplemente no haber sido ninguno, porque “ninguno” es a quien no se encuentra y desaparece…

Y  quizás tenga más de una molestia, sobre el hecho principal de un pseudo-homenaje,  y sobre el accesorio (que podría ser el principal) que existan personas que aún respalden al “caballero” (no se entienda como tono de caballerosidad), sobre la base de justificar lo injustificable.

Dime tu con franqueza cual es el argumento de torturar a un niño, de matar a un adolescente, de violar a una mujer, irrumpir una morada, electrificar genitales, desaparecer cuerpos (de toda clase de edades) y ser el tan cara de poto (cara de raja) de defenderte con que así no sucedió, y todo se actuó a base de defender al país y lograr que volviera la democracia.

Sí bien en letras pasadas ya dejé en claro que hoy por hoy, de democracia tenemos solo el nombre, en parte es culpa de los que la parafrasean para sus campañas, en parte por quienes la ejercen y en parte por lo que ahora reflejo que es la enfermedad no comprendida.

Para tener en cuenta todo, primero dejo en claro que toda base de organización, sea un Estado, un Centro de Alumnos, una Federación, un Colegio, un Grupo Scout, y lo que se le imagine que trabaje con cantidad de personas, propende el Bien Común como eje central, ya que no trabaja para sí mismos como principales y o como privados con el argumento “ganar, ganar”, sino trabajan para el resto y su bienestar. Bajo lo anterior, el bien común que propende no podría ser elegido en 4 paredes, ya que si busca una mejora social, no podría dejar fuera a los reales beneficiados (¿Qué desea realmente?). Es decir el bienestar es de unos muchos, y no de unos pocos.

Con ese simple argumento podría llegarse a punto de partida para lograr grandes reformas, pero la piedra de tope es la voluntad… ¿voluntad de quien?

La voluntad, si bien bajo el argumento de democracia, es nuestra, bajada del cielo y amarrada en la espalda de nuestros “representantes” para accionar por nosotros. Pero ¿representan a quién? ¿Al país en su totalidad? ¿Al sólo universo votante? … el dilema está en que hoy por hoy, la ciudadanía de este país presenta un dolor estomacal cada vez que se le habla de política… Pero lo que no se entiende es que la política a través de su conversión histórica llega a la base que es todo quehacer humano, agregándole apellidos, el cual a mi parecer  el correcto es el que  agrega lo imprescindible para las instituciones del carácter mencionados… y es que propendan el bien común.

Entonces, si la política es todo el quehacer humano, y que por lo demás propende el bien común, gran parte del actuar  de las personas aborrece la política por la mala fama de los politiqueros (quehacer humano sin propender el bien común) pero además por el temor consciente o inconsciente que nuestro país tiene sobre lo que sucedió con la política bajo la Dictadura… El cáncer heredado que para resguardar a la familia, a los hijos, a los padres, y la vida, habría que alejarse de la política, dejarla en otras manos, dejarla en los que saben, dejarla en quienes les interese ese costo… y ese dejar, dejar y dejar, conllevo a la comodidad… conllevo al argumento de “igual tengo que trabajar mañana”. Y consecuencia lógica, dejó el bien común en manos ajenas, llevando al desinterés, a la despreocupación, a la desmotivación, etc. Y  que hoy por hoy, la juventud que se interese por la política sea mirada con ojos de desconfianza y pérdida de tiempo.

Señores… tenemos un cáncer, tenemos un miedo, tenemos una comodidad para no cambiar las cosas porque funcionan a medias, pero funcionan. Hoy Chile no funciona, hoy Chile pasa de curso con un 3,95… hoy Chile es la herencia del pasado y las trancas del presente.